Lo que en un principio parecía ser una campaña más para recolectar tapitas, terminó siendo una de los mayores aportes del norte argentino para el hospital Garrahan.
Hoy, a las 14.30, parten para la Ciudad Autónoma de Buenos Aires las 330 bolsas de tapitas de botellas descartables que se recolectaron en el hall central del Centro Regional de Hemoterapia Salta.
Lo que primero fueron dos tímidas cajitas forradas con papel afiche de color con el tiempo se fueron transformando en una verdadera movida solidaria y ecológica que incluyó a instituciones y particulares que aportaron para llegar a los 2.640 kilos de material plástico que beneficiará al nosocomio de pediatría de referencia de la Argentina.
Las tapitas son de un plástico especial que es biodegradable y que las vuelve reutilizables, por lo que hay una empresa que las compra y las paga.
La Fundación Garrahan recibe una gran parte de sus recursos de esa venta, por lo que siempre estuvo en la mente de Karina Brito sumar su grano de arena.
Nunca se imaginó que su campaña individual, solitaria y calificada por muchos de "loca" se convirtiera en una movilización de personas, recursos y horas de trabajo solidario que llenó un camión completo de plástico.
"Yo no sé cómo agradecer a todos los que me ayudaron para ayudar. Me sorprendieron mis compañeros, las instituciones educativas, el interior de la provincia y hasta Bolivia que se sumó a esta campaña. Yo no sé qué decir ante tamaña muestra de
y ecología de la gente", dijo Brito al borde del llanto, emocionado.
Ayer Karina recibió a El Tribuno en el patio del Centro de Hemoterapia en donde mostró las bolsas apiladas que están a punto de ser cargadas en el transporte.
Sentada, extenuada, pero feliz Brito sacó una larga lista de personas e instituciones para agradecer. Nombró a la Escuela Agrícola, a la Jacoba Saravia, los jardines de infantes de Cerrillos, a los chicos del segundo año de la Técnica Aeronáutica Pedro Lotufo y a la escuela Urquiza a donde fue invitada cuando le entregaron todas las tapitas que juntaron.
"Las familias particulares me ayudaron incondicionalmente como los Landriel, de Embarcación; los Salinas, de Yrigoyen; la gente de La Ciénaga, Las Lajitas, Joaquín V. González, de San Pedro de Jujuy y hasta una familia de Bolivia que recolectó allá y lo envió", dijo Karina.
También mencionó al Centro de Salud de barrio Castañares, a Sergio Álvarez, a Atenor, a sus compañeros del Centro de Hemoterapia y hasta un hombre de apellido Villanueva que llegó en una bicicleta, con 8 bidones de tapitas atadas a su cuerpo, que había recolectado en una cancha de fútbol de veteranos.
Todas estas historias se dieron desde que comenzó la campaña el 26 de febrero pasado.
"Yo tengo que agradecer finalmente a los medios de comunicación que me dieron una gran mano en todo esto desde el principio. A los de radio, los diarios y la televisión. Unos me ayudaron atando bolsas, otros en las aulas; pero nada habría sido posible sin los trabajadores de prensa", dijo finalmente Karina Brito.
La esperanza de un nuevo capítulo
Hay una frase que alguna vez tiró y que quedó siempre como pendiente. "La solidaridad no tiene descanso", dijo ella respecto a la donación de sangre.
Hoy la campaña terminó, pero sucede que también las necesidades de la Fundación Garrahan son permanentes. También es verdad que Karina terminó demasiado cansada.
"Yo no sé si voy a seguir realizando estas tareas porque si bien muchos ayudaron yo estuve sola en cada una de las negociaciones, solicitudes y pedidos", dijo.
Bien es sabido por todos que gracias a su colecta se podrán obtener recursos que servirán para el sostenimiento de la Casa Garrahan para padres y familiares, en el mantenimientos de los artefactos, en las reparaciones de los equipos de alta complejidad, en la capacitación de sus profesionales y en todas las demandas del hospital.
Entonces vuelve su ambivalencia y recuerda que al hospital de Buenos Aires van muchos niños del interior del país, con sus padres, y que todos necesitan en cualquier parte del año de esa estructura sanitaria.
Y es entonces como que se anima, pero no se decide. Finalmente larga la frase esperada: "Yo volvería a hacer otra campaña, pero necesito que alguien me acompañe".
¿Será que alguien se decida a ayudarla en esta tarea titánica o será el Estado el que la apuntale en su tarea solitaria y solidaria?