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Hipertensión: la epidemia silenciosa que avivan los malos hábitos



El diagnóstico para detectarla es simple, pero muy pocos se lo hacen periódicamente. Hay un alto porcentaje de abandono de los tratamientos. La prevención es fundamental. Dos pacientes dan su testimonio.






No duele. Nos engaña. Por fuera podemos estar muy bien, aunque por dentro todas esas cañerías que riegan nuestros órganos tengan demasiada presión. Así de sencillo la describen a la hipertensión arterial los médicos Diego Stisman yFlorencia Waisman. Pero en el fondo no es nada simple. Porque esta enfermedad es la amenaza más seria contra el corazón, contra la vida.

Junto a la obesidad, la hipertensión es la gran epidemia del siglo XXI. En Argentina, el 34% de las personas mayores de 18 años tienen hipertensión arterial. Según explica Waisman (que también es miembro de la entidad), la presión de una persona va subiendo a lo largo del tiempo por una serie de factores. Existe un componente genético pero también está influenciada por nuestro estilo de vida: consumo excesivo de sal, sobrepeso, obesidad, sedentarismo, abuso de alcohol.

“Es una enfermedad que afecta a las arterias, caracterizada por una elevación de la presión arterial (fuerza que ejerce la sangre sobre la pared de las arterias). Se considera presión alta a aquella igual o superior a 140 mm de Hg para la máxima y/o a 90 mm de Hg para la mínima”, describe el médico. Y habla de la gran paradoja que tiene este mal: “su diagnóstico es muy simple. Sin embargo, es una patología muy poco diagnosticada. Cuando aparece, la hipertensión no se cura, pero se puede controlar”.

“El problema entre los que ya saben que padecen la enfermedad es que les cuesta seguir el tratamiento. Como el paciente no percibe dolor o molestias, no se siente enfermo. Eso lleva al abandono de las indicaciones, no sólo farmacológicas, sino también las destinadas al cambio de estilos de vida nocivos”, explica.

No hay otra patología en el mundo que abarque a un porcentaje tan alto de la población. La hipertensión causa todo tipo de discapacidades y complicaciones cardiovasculares (la primera causa de mortalidad en el mundo). Otros males que genera: insuficiencia renal, ceguera y deterioro cognitivo, porque la hipertensión daña la irrigación cerebral. Además, el 62% de los accidentes cerebrovasculares (ACV) se deben a esta causa.

Por eso, cada 17 de abril se conmemora el Día Mundial de la Hipertensión Arterial. El objetivo es mejorar el diagnóstico y control de esta enfermedad en todo el mundo, con el lema “Conozca sus números”. “Además de esto, es fundamental prevenir la enfermedad. No es tan difícil. Hay que reducir el consumo de sal a una cucharadita de té por día (unos 5 g), no fumar, hacer actividad física, no beber alcohol en exceso y comer más frutas y verduras, y menos grasas”, concluyen Stisman y Waisman. 


Los jóvenes no se toman la presión 
“Según los datos de la última encuesta de Factores de Riesgo, los jóvenes habitualmente no se toman la presión. Es más común que esto lo hagan los adultos. Se toman más la presión personas con más recursos económicos y obra social que en aquellos con menores ingresos y solo buscan asistencia en servicios públicos. La prevalencia de hipertensión es mayor en condiciones socioeconómicas desfavorables así como menor el acceso a control y tratamiento.
 
Buenas y malas noticias 
Los factores de riesgo en la población según la encuesta que hace cada dos años el Ministerio de Salud: la mitad de la gente hace actividad física (55,1%). El consumo de tabaco va en baja (hoy el 25% de la gente fuma). También descendió el uso de sal en la mesa (pasó del 25% al 17% en dos años). Sin embargo, cada vez hay más sedentarismo y aumentó la población con exceso de peso (pasó del 53.4% a 58%). Además disminuyó el consumo de frutas y verduras”.
Los jóvenes no se toman la presión   
“Según los datos de la última encuesta de Factores de Riesgo, los jóvenes habitualmente no se toman la presión. Es más común que esto lo hagan los adultos. Se toman más la presión personas con más recursos económicos y obra social que en aquellos con menores ingresos y solo buscan asistencia en servicios públicos. La prevalencia de hipertensión es mayor en condiciones socioeconómicas desfavorables así como menor el acceso a control y tratamiento. 

Buenas y malas noticias 
Los factores de riesgo en la población según la encuesta que hace cada dos años el Ministerio de Salud: la mitad de la gente hace actividad física (55,1%). El consumo de tabaco va en baja (hoy el 25% de la gente fuma). También descendió el uso de sal en la mesa (pasó del 25% al 17% en dos años). Sin embargo, cada vez hay más sedentarismo y aumentó la población con exceso de peso (pasó del 53.4% a 58%). Además disminuyó el consumo de frutas y verduras”.

MIS DÍAS CON HIPERTENSIÓN ARTERIAL


 “Cambié para siempre”

Lo primero que pide es reserva de su nombre. “No se si me dejarán efectivo en este trabajo si se enteran que soy hipertenso”, dice, con una sonrisa tímida, Ignacio (identidad ficticia). Su caso no es de los más comunes. Porque tiene 37 años, bastante joven para andar ya luchando contra esta enfermedad. Sin embargo, los médicos lo vienen advirtiendo hace tiempo: cada vez más jóvenes sufren esta patología. Todo comenzó cuando Ignacio, que es abogado, tenía 35. Se sintió agotado, raro. Recién empezaba un nuevo trabajo y creyó que por eso estaba exhausto. Por las dudas, alguien le sugirió que se tome la presión. Los números estaban altos. No le dio mucha importancia. “Estoy muy estresado ahora; ya me va a pasar”, pensó entonces.Las horas de trabajo comenzaron a aumentar. Ignacio se volvió más sedentario y su alimentación empeoraba cada día. Llegó a notar un sobrepeso en su cuerpo. Y cada tanto sentía un agotamiento fuerte y dolores de cabeza. Un día se cruzó con un amigo de la adolescencia, que ya estaba recibido de médico cardiólogo, y le comentó lo que le estaba pasando.En la visita al consultorio, recibió una noticia que lo dejó shockeado. “Tenés hipertensión”, le diagnosticaron. No entendía bien de qué se trataba. Había escuchado alguna vez que se trataba de una enfermedad de “viejos”. “Pero yo era joven, tenía 35 años. Iba a tener que tomar medicación toda la vida. Era algo raro”, confiesa.Además de los remedios, el médico le indicó cambiar su dieta: poca sal, muchas frutas y verduras, nada de harinas ni gaseosas y actividad física tres veces por semana como mínimo. “Y eso no es para una semana o un mes; es para toda la vida”, remarca el joven abogado que ya va restando 11 kilos a su cuerpo. También bajó un cambio con el trabajo y va periódicamente a hacerse controles de presión y chequeos médicos.Si bien vive tranquilo, no dejan de hacerle ruidos algunas historias familiares: su abuelo y su tío (de la rama paterna) murieron como consecuencia de haber sufrido accidente cerebrovascular (ACV). “Igual, eran otros tiempos. Ellos no se cuidaron nunca, antes la gente no se hacía controles y no sabía que tenía hipertensión hasta que venían los problemas graves. Por eso, es tan importante llamar la atención a la población de lo que significa una enfermedad que no se manifiesta hasta que no provoca una complicación severa. Yo aprendí a cuidarme, se que puedo estar bien así”, concluye. 

“El ACV me salvó la vida”


Osvaldo Teófilo Cisneros es un hombre de la calle. Ama tanto la vida que no se iba a dejar vencer en la primera batalla. Fue un ataque injusto. Lo tomó por sorpresa, desarmado, cuando recorría las calles del centro tucumano como cada mañana, en su taxi. De repente, sintió algo raro. Y ya no era dueño de la mitad izquierda de su cuerpo. Manejó como pudo hasta su casa. Su hijo lo llevó rápido al sanatorio. “Usted está sufriendo un ACV”, le dijo el médico antes de meterlo al quirófano.Cisneros recuerda con tranquilidad lo que ocurrió el 10 de junio del año pasado. Pero reconoce que ese episodio fue bisagra en su vida. Una vez que pasó el peligro, los médicos le dijeron claramente que estaba vivo y no tenía secuelas de milagro. Pero que en su cuerpo habitaba un enemigo hipersilencioso, hipertraidor. Hablaban de la hipertensión.A Osvaldo no le gusta hablar de milagros. Cree que está vivo gracias a un amigo diabético que hace 10 años le dijo “cuidate, que vas por el mismo camino que el mío”. “En ese momento, empecé a hacer actividad física y a comer más sano”, recuerda el hombre que está a punto de cumplir 62 años. Pero claro que antes de los 50 años su vida se caracterizaba por el sendentarismo y los excesos. “Tal vez si hubiera sido más equilibrado...”, piensa. “Salía mucho con mis amigos. Comíamos todo, fumábamos y tomábamos vino y cerveza. Si me ponían un lechón en frente no le dejaba ni las orejas”, cuenta, y larga una sonrisa discreta. Esas anécdotas ya no le dan mucha gracia. Hoy es otro hombre: toma 11 pastillas por día,  se toma la presión periódicamente, su bebida más común es el agua mineral y come muy sano: “verduras hervidas, sopa, lentejas. No uso sal, a todo le pongo limón. Solo los fines de semana como un poco de carne, un asadito”.“Ya no deseo el cigarrillo ni después del café”, confiesa el taxista. Es robusto, canoso, de pocas palabras. Se define como un trabajador nato y abuelo chocho. “Lo más importante es la actividad. Todos los días paro con mi taxi en el parque 9 de Julio y camino una hora”, cuenta.¿Y tuvo que sacrificar su vida social para evitar los excesos? “Para nada. Aprendí a disfrutar las reuniones desde otro lado. Como lo justo y me llevo lo que tomo (bebida elaborada con hierbas)”, cuenta. Su receta para la vida sana incluye haber eliminado los postres de la mesa. Prefiere las frutas. “No sabía lo que era la hipertensión arterial hasta mi ACV. Tuve que volver a nacer, aprender todo de esta enfermedad. Digamos que me salvó la vida”, confiesa Cisneros. Chofer desde los 15 años, da otra clave contra este mal: “ no hay que salir a la calle a renegar, a pelear; ya sabemos que el tránsito es una selva. Si uno se estresa con esto, seguro va a matarse”.No vive asustado, ni con temor a sufrir un nuevo ataque. Es que ya no está desarmado ante el enemigo.  

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